Estoy en casa mientras fumo una cachimba y reviso mis redes sociales cuando de repente me encuentro pensando en un post que he leído de estos que se quejan de la falta de respeto de los chavales de hoy en día.
Cierto es que si los de cierta edad hubiésemos contestado así a nuestros padres antes de los treinta (y en muchos casos después) la hostia no nos la quita ni el arcángel Gabriel anunciándose.
Por otro lado, debo decir que tampoco estoy de acuerdo en igualar el miedo con el respeto, el respeto es un valor que se debe enseñar a profesar a todo aquel que nos rodea, no sólo a los parientes.
Digo esto porque he sido testigo en reiteradas ocasiones de gente que tiene un gran respeto (basado en el miedo infantil al castigo físico en muchas ocasiones) a su familia pero que después no tiene moral ni ética respecto al prójimo y no hablo de un valor cristiano como muchos aducirían, hablo de un valor humano que debiéramos expresar y mostrar en cada aspecto de nuestra vida, entendiendo que nuestra educación es la primera impresión que dejamos en los demás y que la consecuencia de nuestros actos es directa a nuestro entorno y vital para una convivencia pacífica y sobre todo cívica.
Para finalizar, diré la educación de ética y valores empieza en la familia, en casa y desde que somos pequeños. Igual que a un niño se le enseña a comer sano y comer de todo, se le debe inculcar la tolerancia y el respeto por el resto de sus congéneres.
Y ésa es mi reflexión; que el mundo está patas arriba y es porque no nos molestamos en intentar hacer de nuestros hijos personas que valoren y respeten a los demás sin mirar por encima del hombro y sin menospreciar a quien tienen al lado.