Por una vez, y sin que sirva de precedente, he salido de mi seta dejando mi cachimba a buen recaudo y me he decidido a escribir desde el metro de mi ciudad. (Bueno la ciudad no es mía, pero es donde vivo).
Es asombroso levantar la mirada en el metro por las mañanas, en serio. La gente que no va dormida, va enfadada o al menos así parece.
Las personas casi luchan por un asiento, no se miran unos a otros, no se interactúa, no se da un mínimo de cortesía, por la mañana (antes de las 8 ó 9) está permitido mirar mal al prójimo y ser rancio hasta el extremo de la mala educación.
Sin contar por supuesto la falta de higiene de gente que se cuida muy poco y le trae sin cuidado ir en un transporte abarrotado oliendo a animal muerto o maceración de flores en alcohol.
Ni siquiera te paras, caminas como un zombie murmurando si te chocas con alguien, centrado en la lectura de un libro, en tu móvil o en tu tablet. Preferiblemente con cascos que te aislen no sea que alguien te desee buenos días.
Definitivamente tenemos miedo a interactuar con otras personas o sencillamente el ser humano ha dejado de ser un "ser" social. Al menos de 6 a 9 de la mañana.
Yo, que como buena oruga llevo colores llamativos, atraigo alguna que otra mirada (para los que no lo sepan, llevo la barba rojigualda) y sin embargo, lo que a medio día suelen ser miradas de complicidad, algún gesto de asombro y por qué no, algún comentario escondido hecho a la persona de al lado para que advierta mi presencia, por las mañanas se reduce a caras de extrañeza e incluso diría que desagrado. ¿No son las mismas personas las que me cruzo a la ida y a la vuelta?
Como reflexión, hay que conseguir que las mañanas sean más agradables para todos. Sonriamos, no es tan difícil y nos alegrará el día. Todos tenemos días en los cuales levantarnos nos cuesta una vida, pero por amor de un Dios, salgamos a la calle dejando el palo del culo en casa o, al menos, habiendo desayunado, creedme, si afrontáis el día como una aventura que te puede traer cosas buenas, seréis un poquito más felices.
Y como recomendación esporádica, probad a decir buenos días al entrar al autobús de vez en cuando en voz audible y si os sentís con fuerza, mirad a vuestro alrededor, que no somos burros con orejeras.
Un besito para ellas y para ellos, si se dejan.
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